lunes, 25 de enero de 2016

¿Quién teme al SDV de Virginia Woolf?


Repetimos, vamos a hacerlo bien. Hoy se cumplen 134 años desde el nacimiento de Virginia Woolf, y como suele ocurrir en todos los casos cuando se celebra una fecha tan importante en relación de una figura de estas dimensiones las redes se han vuelto locas. Algunos hablarán de postureo, de gente que se suma a la corriente dominante sin saber ni de que se habla y demás. Pero -oye- por mi parte todo lo que sirva para recordar al mundo que tal día como hoy nacía en Londres la autora de 'Las Olas' y 'La Señora Dalloway' en lugar de hablar de si hace un año eran virales los vestidos negros y azules / blancos y dorados o el Harlem Shake bueno será.

En mi caso ni siquiera voy a pretender ser un conocedor de su obra más allá de 'Orlando', pero como alguien que acuñó una fuerte pasión por las biografías entre las horas muertas de mi infancia en la biblioteca de mis tías y las series históricas de 'Érase una vez...', es una figura que siempre me despertó una fuerte fascinación, especialmente por las circunstancias que pusieron fin a su vida. Plasmada tanto en el cine en cierta película que será mejor no señalar por si alguien todavía no lo ha visto, así como en música como fuente de inspiración de 'What the water gave me' the Florence + the Machine, cuando aparece el nombre de la autora mi yo lector de cómics siempre acaba recordando no ya 'La Liga de los Caballeros Extraordinarios' como pensaría cualquier persona normal, sino un sórdido episodio de la historia no demasiado lejana de Marvel Comics.

Me refiero al breve volumen de los 'Nuevos Guerreros' justo anterior a la Civil War, con el reality show de Speedball y compañía. Aquel no solo fue mi primer contacto con el grupo, sino también con el guionista Zeb Wells y la ahora estrella de 'I Hate Fairyland' Skottie Young. Concebida como una colección de relatos cortos, en uno de sus números el grupo llegaba a una devencijada mansión al más puro estilo historia de terror gótico, y que resultaba estar habitada por nada menos que Albert Eistein, Sigmund Freud, Leonardo DaVinci y Virginia Woolf.

Lejos de ser los auténticos, se trataban de SDVs que habían sido dejados atrás por el Pensador Loco en un intento fallido de recrear a los grandes genios del pasado. Y como suele ser habitual en estos androides con tendencias maniaco-depresivas psicóticas, su virtud y condena estaba en poseer los mismos atributos de los modelos según los cuales habían sido construidos, potenciando los más exagerados. Sobrando decir que toda la historia estaba encaminada a ofrecer un relato con tintes de asfixia existencialista al más puro estilo de 'Blade Runner' -“tintes”, que la serie no pretendía ser otra cosa que un divertimento ligero-, dentro de la revisitación a diferentes momentos de las vidas, logros y tragedias de las personalidades en las que estaban inspirados, Wells y Young brindaron una escena especialmente perturbador para la androide de Virginia Woolf.

Para describirlo no puedo dejar de pensar en las palabras “Terminator II: El Juicio Final”, por lo que será mejor dejarlo en que -al igual que con la escritora- el final de la historia de esta versión robótica de Virginia Woolf no fue especialmente feliz. Y aunque quizás no sea la mejor forma de recordar el aniversario de su nacimiento, es una de esas anécdotas que uno no puede evitar exorcizar de vez en cuando. 

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