domingo, 12 de noviembre de 2017

Blade Runner, ¿en que sueñan los tiburones humanos en un útero de metal?

Hace años escuché en un documental que las crías de tiburón crecen en el “útero” de su madre, devorándose unas a las otras hasta que finalmente queda un único superviviente que es el que termina por ver la luz del mundo exterior. La gestación convertida en una suerte de despiadada pesadilla darwinista que podría aferrarse muy adentro en los recovecos más oscuros de cualquier mente suficientemente retorcida.


En Blade Runner 2049 sin ir más lejos, podemos encontrar un escenario no demasiado alejado del descrito, en el tormentoso recuerdo de la fundición. Presentado como un laberíntico y gargantuesco útero de metal, por cuyas pasarelas y tuberías y hornos vemos correr a un infante perseguido por una jauría de niños. Una suerte de cruce entre Metrópolis y El Señor de Las Moscas en el que ni siquiera contamos del contexto necesario para saber porqué le están persiguiendo.

Tratan de arrebatarle algo, sí, ¿pero por qué? ¿Qué razón puede llevar a ese grupo de niños perseguidores querer arrebatarle a su hermano algo que para ellos probablemente no signifique nada, pero para él lo es todo? Quién haya contemplado alguna vez como los polluelos de un nido suelen tratar al más débil de su puesta probablemente les resulte una sitacuón demasiado familiar, como la visión de esa fábrica ya fría, extinta y sin vida un recordatorio de que -aun con todo su surrealismo- todos aquellos hits de Pink Floyd conseguían transmitir sensaciones aterradoramente reales.

No hay comentarios:

Publicar un comentario