martes, 17 de mayo de 2016

This Unholy Land: The Witch in Valhalla Rising


Desde que vi que La Bruja había decepcionado al compañero aficionado de Transgresión Continua Juan Luis Daza, de alguna forma sabía que tenía muchas papeletas de que fuera a gustar. Que conste que no lo digo como un demérito a su valor como crítico cinéfilo, todo lo contrario (es más, ya me gustaría a mi tener sus puntos de carisma a lo Orson Welles fase cuasi-barbuda). Pero ya le he leído lo suficiente para que entre su crítica, lo visto en los trailers y las opiniones positivas de los compadres de Cultture y Zona Negativa Miguel Herrador y Samuel Secades ya tuviera muy claro que lo que me iba a encontrar iba a estar más próximo a la fábula de horror al estilo The Babadook que del segundo advenimiento de El Exorcista que tanto se estaba cacareando.



Visto el interesante debut como guionista y director de largometraje de Robert Eggers, solo puedo decir que he atinado de pleno, y que únicamente se me ocurren cuatro posibles situaciones que pueden enturbiar el disfrute de la película: a) Haber visto antes The Lords of Salem, no solo prácticamente idéntica, sino frente a la que desgraciadamente se antoja más sutil y recatada. b) Que para frustración de todos no se trate de una película española de los ochenta con fotografía de Hans Burmann. c) Un catastrófico epílogo escrito que la película no se merece. d) Acudir a la sala buscando una película muy diferente a la que se nos ofrece.

Si hubiera justicia en el mundo, este habría sido el elenco protagonista

Si ninguno de estos casos hipotéticos se da, La Bruja se erige como la digna heredera de Dentro del Laberinto que llevaban prometiéndonos desde hace años. Esa que uno pude ponerle a los sobrinos después de que te hayan escupido a la cara por atreverte a sugerir ese trozo de fiambre cursi y putrefacto que es El Laberinto del Fauno. Si lo haces devolviendo la de Guillermo del Toro al agujero oscuro del que salió y programando La Bruja en una sesión doble junto a La Semilla del Diablo mejor que mejor.

Pero si hay un aspecto en el que me fascina La Bruja más allá de en su condición de cuento macabro, es por todo lo que cuenta sobre nosotros mismos, de donde venimos, donde nos encontramos y a dónde cojones vamos. En relación a esto, no he podido evitar pensar mientras digería la película en una reciente conversación con Alex CH sobre una hipotética trilogía oscura sobre la expansión norteamericana formada por Ravenous de Antonia Bird, Los Ocho Odiosos de Quentin Tarantino y La Puerta del Cielo de Michael Cimino. Ambientada en una época en la que la religión era la única película protectora bajo la que cobijarse para protegernos del insondable horror de lo desconocido, hay algo malsanamente absorbente y casi impío en este relato colonizador sobre una familia ultracreyente que se desprende de su comunidad para llevar la palabra de Cristo a la oscuridad, arrojándose a una situación en la que no queda más remedio que quedar cegados por su propia luz o ser engullidos sin remedio por las tinieblas.

¿Remake encubierto?

Hembra y macho alfas en esa perpetua guerra entre lo que es y lo que no es, si en Valhalla Rising el One-Eye de Mads Mikkelsen se alzaba como cordero propiciatorio converso por la necesidad para delimitar la frontera con su cuerpo, la Thomasin de La Bruja se eleva como una heroína del mestizaje. Hechicera y guerrero de un relato más viejo que propio tiempo, por el que el Hugh Glass de Leonardo DiCaprio se arrastra pidiendo limosna, implorando al cielo y los indios no toparse con el saturno devorador al que Klaus Kinski diera vida en Aguirre, La Cólera de Dios. Ya llegará el Merlin de John Boorman para mostrarle al rey anunciado los misterios de ambas sendas con Excalibur, mientras se pierde en los confines de los tiempos el secreto del acero del Conan de John Milius y los relatos de El Guerrero Número 13 nos recuerdan que hubo un tiempo en el que vivíamos pared con pared. 

 Goya is everywhere

Hasta entonces, la película protagonizada por una pletórica Anya Taylor-Joy ya se puede encuadrar entre esos relatos en los que lo antropológico flirtea con las fronteras del mito, y en los que una ensangrentada sustancia se antoja mucho más real que otros limitados por la coherencia. Un relato de advertencia con doble filo que podría haberse narrado ahora y siempre en una caverna ilustrada con óleos de la etapa oscura de Francisco de Goya, y que todo lo que no tiene de terror convencional lo tiene de perturbadoramente sugerente. 

1 comentario:

  1. Tenía ganas de ver Valhalla Rising desde hace años por recomendación de un amigo, porque me gusta el protagonista, la temática y Solo dios perdona y Drive, pero ahora ya me has convencido para hacer sesión doble con La Bruja.

    Enhorabuena por el comentario como siempre y que sepa que cuenta con un lector si al final escribe esa saga de fantasía épica oscura que mencionó por Facebook (ahí, ahí, liando a la gente como siempre un servidor), jeje.

    ¡Un saludo enorme!

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