Hace dos años, Geoff
Darrow lanzaba el segundo volumen The Shaolin Cowboy,
un cómic protagonizado por un vaquero experto en artes marciales, y
que en su segunda colección se dedicaba a masacrar incontables
hordas de zombies sin más armas que sus manos desnudas y dos sierras
mecánicas atadas con una caña de bambú... y nada más. Páginas y
páginas que eran mayoritariamente splash pages en las que el
protagonista se limitaba a aniquilar muerto viviente tras viviente,
durante cuatro números plagados de la sangrienta ultraviolencia de
Darrow, con un diálogo prácticamente inexistente.