Cualquiera que me conozca
lo suficiente probablemente esté al tanto de mi fascinación hacia
los superhéroes capaces de llevar a cabo pequeñas grandes hazañas
aparentemente imposibles. Con esto no me refiero necesariamente a
historias en las que el Hombre Hormiga levante el Himalaya o que la
Avispa derrote a Galactus en una macrosaga de Jonathan Hickman, sino
a esos gestos de lucidez en los que por medio de algo minúsculo se
consigue un enorme bine para los demás.