Este
no es un post dedicado a hacer un repaso por la inabarcable
contribución de David Bowie en la cultura popular. Ni
dispongo del conocimiento como para que embarcarme en una gesta de
tales proporciones fuera poco menos que presuntuoso, ni tengo el
tiempo necesario como para que tratar de escribir algo que hiciera
justicia al legado del Duque Blanco sin que terminase convirtiéndose
en una temeridad (algún día tendré que hablar de los posts
similares que tengo todavía en borradores, incluido un repaso del
papel de Marte dentro de la ficción...). La cuestión es que si algo
puedo afirmar como cualquier hijo de vecina que lleve el suficiente
tiempo consumiendo historias, música e imágenes de todo aquello que
se ponga a tiro y tenga la pinta de merecer ser consumido, es que no
se le puede negar su condición como una de las figuras más
influyentes que ha dado la cultura del último medio siglo.